miércoles, 24 de septiembre de 2008

PREGÓN 2007

Autoritats municipals y festeres, bellees infaltil i juvenil, acompañants, familiars i veins.


Costumbres, ritos o tradiciones tienen en cada lugar la virtud de mantener aquellas cosas que antes hicieron nuestros padres y abuelos, y que en muchos casos se concretan en eventos que cambian de forma en lo concreto, pero que mantienen la esencia de su significado y entronca con sus raíces, que son a la vez lo que caracteriza a los pueblos, y permite identificarnos mutuamente por el hecho de compartirlos. Desde una larga suma de pequeños actos como la forma de saludar, comer, celebrar acontecimientos, a otros más complejos como las fiestas, que en algunos casos cambian de forma, pero que en algunas ocasiones su explicación se encuentra solo si retrocedemos a tiempos muy lejanos.

Muchos de estos ritos y costumbres eran negativos para el desarrollo de las personas, y afortunadamente han sido superados por el paso de los años, y progresivamente se han separado de nuestras vidas. Basta a los que ya sumamos algunas décadas con bucear unos momentos en los recuerdos, o a los más jóvenes poner oído a los abuelos, para escuchar una continua relación de lo que antes era y hoy ya no existe. Otros continúan con nosotros y evolucionan adaptándose a los tiempos, pero en lo esencial el fondo es el mismo, quizá porque la raíz es demasiado profunda, y no solo es común a nuestros pueblos, a esta región sino está unido a la evolución humana.

De alguna manera, el pregón y el pregonero tienen el honor de poner letra al ritual que hoy celebramos, la exaltación de la belleza en la mujer, como símbolo de fertilidad y fundamento de la pervivencia de la especie, que se entroniza y preside los festejos, y el culto al fuego, elemento que ha permitido a la especie humana colonizar el planeta, sobrevivir, y probablemente triunfar en la evolución. Pero lo importante del ritual, de este y los siguientes actos festeros, la solidaridad y convivencia de la fiesta, la música y el color, es vuestro, y a mi solo me cabe agradeceros que me hayáis permitido participar en este rito, y esperar que este humilde pregón esté a la altura que se espera.

En el saluda de Els Milotxes del any 2005 escriben: “La noche del 23 al 24 tenemos la nit mágica, una noche muy especial para nosotros en la que hacemos un homenaje especial al fuego, arropados por el murmullo de las olas de la playa”. Ambos elementos, el agua y el fuego, junto con la tierra, otro componente fundamental en la tradición agrícola de nuestros pueblos, constituyen la trilogía de los elementos que son la esencia de este culto a la noche de San Juan: agua, tierra y fuego.

Son voces que aparecen en las prácticas ceremoniales habituales en muchas de las tradiciones indígenas de toda América, pero que también Platón menciona como el origen del pensamiento presocrático, sobre el 450 AC, y que constituyen los elementos clásicos de la civilización griega, Fuego, Tierra, Aire y Agua. Éstos representan en la filosofía, ciencia y medicina griega la comprensión del cosmos donde todo lo existente convive. El Fuego es a la vez caliente y seco, la Tierra es a la vez fría y seca, el Aire es a la vez caliente y húmedo, el Agua es a la vez fría y húmeda. También los elementos antiguos durante la Edad Media están tomados de los elementos clásicos conocidos a partir de Aristóteles, fuego, aire, agua, tierra y cielo (aire- eter), y son a su vez, los cinco grandes elementos del Hinduísmo: la Tierra, el Agua, el Fuego, el Aire o Viento, y el Éter.

El primitivo sentido de la fiesta, más allá de la simple diversión, radicaría en la ejecución de una serie de ritos relacionados con el tiempo, la caza o las deidades a las que se honraba como defensoras de las cosechas, las familias y la prosperidad de las comunidades. Así, en el esfuerzo por calmar las indómitas fuerzas de la naturaleza se crearon ceremonias cada vez más ricas y vistosas, con música, danzas, recitados...
En este sentido, puede decirse que la fiesta es una perfecta expresión de una concepción cíclica de la existencia de los seres humanos. El Universo parece describir un perfecto círculo vital: el movimiento de la tierra alrededor del sol, las estaciones del año, las fases de la luna... El Tiempo parece mostrar todos los signos de circularidad que se prolonga infinitamente, como el hombre durante milenios intuyó, a pesar de que la "linealidad" se haya impuesto en las sociedades modernas.

Posteriormente la cultura cristiana logró implantarse adoptando las tradiciones paganas, lo que llamamos sincretismo, y creó sus propias festividades en coincidencia con el calendario solsticial: si los pueblos orientales celebraban cada 25 de diciembre la gran Fiesta del Sol (solsticio de invierno), en tales fechas instauró la Navidad; si en el solsticio del verano tenían lugar las mayores celebraciones regeneradoras, allí se ubicó la fiesta de San Juan. Pero esta celebración posee además una serie de características que la hacen una fiesta de enorme interés, con gran amplitud y riqueza de tradiciones, muchas de las cuales han sobrevivido hasta hoy.

El elemento fuego posee todas las virtudes protectoras y regeneradoras que justifican los ritos del solsticio de verano. A este respecto, decir que no es otro el sentido de tales ceremonias rituales que "una combustión, una anulación de los pecados y de las faltas del individuo y de la comunidad en su conjunto, y no una simple purificación". Una forma de regeneración que, como indica su nombre, es un nuevo nacimiento.

Otra explicación razonable de la preponderancia del fuego en esa noche pueda tener una explicación muy simple: al reunirse la comunidad para estos ritos del solsticio de verano, se encendía un fuego par iluminarse y cantar alrededor, divertirse saltando, etc. De aquí derivaría la costumbre de encender hogueras en tal fecha.

Son numerosas las localidades donde el culto al fuego se celebra con festejos muy diferentes. Cerca de nuestro pueblo, en Alicante, les Fogueres de Sant Joan tienen sus orígenes remotos, pero es en 1928 cuando las fiestas toman sus características actuales. Otras fiestas enlazan igualmente con los antiguos ritos de iniciación de la adolescencia, aunque pospuesta a la edad en que los jóvenes ya son "quintos", como las fiestas del día del Judas, de origen es pagano y que viene a celebrar el paso de los jóvenes a la edad adulta. Suele celebrarse quemando un muñeco el día de Resurrección, en la Semana Santa. Otro ritual de la noche del solsticio de verano, consistía en que, en muchos pueblos de Euskadi se quemaban las ramas de San Juan del año anterior o ramas de laurel bendito, y con los tizones aún encendidos recorrían las tierras propias, a fin de salvaguardar y favorecer el desarrollo de las cosechas.

Hay también una tradición que entronca directamente con los antiguos rituales prerromanos de la celebración de los solsticios: en el solsticio de invierno, que tiene lugar unos días antes del 31 de diciembre, se encendían hogueras, que simbolizaban que el sol, a partir de ese momento, volvía a nacer e iba teniendo cada vez más fuerza, los días empezaban a ser más largos. Todos los años, en Nochevieja se quema una gigantesca hoguera en el centro de la Plaza para recibir el año nuevo. Los quintos, después de oír misa, bajan con antorchas a encender la hoguera.

Otras hogueras se celebran en verano, como las Hogueras de San Roque, y se pueden encontrar en lugares como Cogollor (Guadalajara), en pueblos de Burgos o Valladolid. En la noche del 15 al 16 de agosto se quema una hoguera en honor de San Roque, y la costumbre es echar un palo en la hoguera pidiendo protección al santo por los animales.

Otras creencias están unidas a circunstancias excepcionales, mágicas, que se producen en la noche de San Juan, en relación con el elemento agua. Que al amanecer del día de San Juan las aguas de infinidad de fuentes, son capaces de sanar y proteger a personas, animales o incluso bienes materiales rociados con ellas, por lo que se guardaban en las casas como un bien preciado. Lo mismo valía para el rocío que empapaba los campos aquella mañana, de forma que se paseaba a los animales para mojarlos, y las personas desnudas se revolcaban en los eriales para quedar protegidas durante el largo año.

El fuego y la fertilidad de la tierra, y de los jóvenes que ya son adolescentes, o “quintos”, son elementos que como en el saluda de les milotxes se entrecruzan con el Agua, elemento alrededor del cual se formulan numerosas creencias, como la de las Xanas, que son divinidades acuáticas que habitan en las fuentes, arroyos y lagunas. Su apariencia física es de gran belleza y sólo se muestran al amanecer, preferentemente en la noche de San Juan, peinando sus cabellos con peine de oro. Son poseedoras de grandes riquezas y espléndidos ajuares que tienden a secar sobre la hierba, y en ocasiones aparecen acompañadas de gallinas con pollos de oro.

La creencia en estos seres acuáticos se extiende por toda Europa, siendo conocidos bajo diversos nombres y figuraciones: donas y mouras, en Galicia, encantadas y encantadoras, xanes o inxanas en Asturias, y anjanas en Cantabria, lamias y lamiñak en el País Vasco, donas d'aigua en Cataluña e Islas Baleares; y ya fuera de España, las jans, portuguesas, las fairies irlandesas, las korrigans bretonas, las aguane italianas, las nereidas griegas, las fées francesas, las fenetten alemanas, las rusalki rusas, las nixies nórdicas, etc., que remiten a una antigua divinidad de origen indoeuropeo y a creencias hidrolátricas en torno a una diosa-madre acuática, que en nuestro país ha dejado numerosos vestigios. Algunos ejemplos son La Sienda de la Encantada, en Xiyón ( Cangas del Narcea), el conocido desfiladero de las Xanas, entre Quirós y Santo Adriano, etc, y esto solo en la toponimia asturiana, pero que nos recuerda también a nuestro rito de l´Encantá. Las atribuciones que se asignan a las xanas, que pueden convertirse en formidables serpientes, y son dueñas de fantásticos rebaños de ganado que sacan a pastar en la noche de San Juan y que desaparecen tras ellas por el ojo de la fuente al rayar el alba, custodian fabulosos tesoros que reservan como premio a quien sea capaz de romper su encantamento.

Aunque la multitud de creencias y ritos que se tejen alrededor del agua y fuego, nos conducen a pensar de una manera precipitada que todo eso es fruto de la ignorancia, quizá tendremos que convenir en que en el fondo de esas tradiciones, o más todavía formando parte del instinto desarrollado a lo largo de la evolución de la especie humana, el fuego está íntimamente unido a nosotros, y el agua, elemento que constituye el 70% de nuestro cuerpo, es además el medio en que las especies de las que procedemos salieron, y que en nuestro propio desarrollo volvemos a habitar, en el vientre de nuestras madres.

Ya al Homo erectus que aparece en África hace 1,5 millones de años y se extiende hacia Europa y Asia, se le atribuye el conocimiento del fuego, y hace 400.000 años se encuentran ya frecuentes hogares en los yacimientos arqueológicos. El hombre de Neanderthal aparece hace 100.000 años en Europa, y fue reemplazado por el Homo sapinens sapiens (hombre de Cro-Magnon) hace 40.000 años, quien se considera ya hombre moderno. Es en ese gran paso de la especie humana, cuando nuestro antepasado adquiere la capacidad de utilizar y controlar el fuego y el agua, y a construir instrumentos útiles, cuando se inicia su dominio sobre la naturaleza, circunstancia esta que debió quedar impresa de manera imborrable en la memoria de la especie humana.

Solo recientemente, el reconocimiento de la humanidad como un elemento más de la naturaleza por la Unesco, como una confirmación de una corriente cada día más amplia del pensamiento científico y social, y que debemos procurar extender día a día, abre una puerta a la esperanza de que se detenga la grave alteración que producimos en el planeta: el hombre pertenece a la Tierra, y no al contrario.

Nuestra relación en estos días de fiesta con el agua y el fuego nos devuelve a ese pasado lejano en el que teníamos una estrecha unión con los elementos, el agua, el fuego y la tierra, con los que convivíamos, y que es necesario actualizar periódicamente, para que ello nos reafirme en la idea que ya expresaban los griegos, formamos parte de la Tierra, donde todo lo existente convive.

Con esta idea quiero acabar transmitiendo mi reconocimiento al trabajo desinteresado de la personas que formáis el grupo d´els Milotxes, y a todos los que colaboran con ellos, porque conseguís que año tras año, estos días de fiesta que comenzamos de nuevo, sean no solo tiempo de diversión, sino también de reencuentro y escuela de convivencia.


I amb este pregó es donen per comensades els festes
d´Els Fogueres de Sant Joan, de 2007. Moltes grasies i bona nit.


Guardamar del Segura 28/04/2007
Manuel Aldeguer Sánchez

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